Dunning-Kruger o el efecto “cuñado”

Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem

“Nunca discutas con un tonto que se cree listo. Si lo haces, nadie notará la diferencia entre tú y él”.

Hoy me he levantado con ganas de que sea uno de esos días en los que no pase nada interesante: un poco de rutina, algún bostezo y puntualito a casa, que me lo merezco.

– ¡Qué te lo digo yo! Antes lo habríamos resuelto “sin despeinarnos”. Eso sí que era pensar y trabajar duro. Ahora son las máquinas las que lo hacen todo -dice Kruggi.

-Bueno, ¡no sería para tanto! -le replica uno de los presentes.

-Tú, escúchame. Lo que yo te diga. En un plis plas, solventado. Pero claro, como os lo han dado todo hecho, no pensáis.

Cuando Kruggi está así de aposentado junto a la máquina se nos pone estupendo. No pretendo ser cruel con él porque nadie está exento de decir alguna tontería, lo meritorio en él es el énfasis que pone al decirlas.

-Antes los niños jugaban con cualquier cosa, ahora lo hacen con tablets y consolas que los atontan. ¡Si ya lo dicen los científicos!: menos móviles y más salir a la calle a jugar. En EE.UU. se ha demostrado que vamos por mal camino -afirma rotundo.

No para. Habla de todo lo que sabe y lo que no sabe, se lo inventa. Tira de experiencias pasadas más inventadas que reales, científicos que no nombra y estudios que no identifica. Pero es que, en la enfermedad de la tontería, elúnico que no sufre es el enfermo.-Todavía recuerdo como cuadrábamos las cuentas cuando no lo hacían las máquinas. Eso sí que era vista y pericia. Entonces las cosas iban de otra manera -continua.

-Ah, ¿sí? Cuenta, cuenta -le anima a seguir el admirador tonto.

Como ves, todo tonto siempre encuentra a otro más tonto que lo admira.

-Sí, mira, hacíamos que cuadraran las primeras y las últimas partidas. En el medio quedaba el marrón, pero como nadie se lo miraba….

Me gustaría rebatirle algunas cosas, pero me conozco, yo tampoco se parar. Y, si es admisible tener cinco minutos al día para decir tonterías, no lo es tanto rebasarlos. No obstante, le digo:

-Eso no me lo creo.

Lo sencillo que habría sido coger el café e irme a mi mesa a trabajar. Pero no. Creyéndome más listo, llevo allí un cuarto de hora discutiendo con él, y claro, por experiencia, me gana. El jefe, que nos ha oído, se acerca y nos dice que no es admisible gastar tiempo hablando de tonterías y comienza a rebatírnoslas una por una.

En estas lides llevábamos ya media hora discutiendo entre el tonto que se cree listo, el listo que actúa como un tonto y el jefe que rebate las tonterías de ambos creyéndose más listo.  Llegados a este punto ¿existe alguna diferencia entre nosotros? Si la hubiere, arguméntala. Pero vigila, a partir de cinco minutos tampoco te vas a diferenciar de nosotros.

 

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