¿Es tu jefe un místico o, simplemente, un listillo?

Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem

jefe_listillo“El esfuerzo de ser feliz depende de ti. Su rentabilidad es para otros.”. W. Davies

Aquí estoy, y no sé qué cara poner. No lo tenía previsto, pero estoy en plena conferencia mientras el gurú de turno mezcla en una base de neoliberalismo unas gotitas de neurociencias, unas cáscaras de budismo con un chorro generoso de autoayuda. Y ¡Zas!. La felicidad en tres pasos. Eso sí, siempre que adquieras el libro que acaba de publicar.

Te preguntarás que hago yo aquí sí de entrada soy tan crítico. Debo decirte que me he visto obligado por el jefe. Me lo encontré en el hall y me dijo: ¡Mira que oportuno! Vendrás conmigo a la conferencia sobre “la felicidad en las organizaciones”. Te espero a la salida y vamos juntos. Y así ha sido, no lo he podido evitar.

Confieso que las conferencias no son lo mío, y no sé cómo he dicho que sí. Que quede entre nosotros, un planazo no es. Me estoy preguntando qué me ha impulsado a aceptar, pero rechazarlo no habría sido oportuno. Ya sabes, estas cosas los jefes se las toman a mal.

Intento centrarme en el contenido de la conferencia para comprender por qué está aquí mi jefe. No le veo muy de new age, le veo más de números y dinerito contante y sonante.

En la conferencia, el gurú se desparrama y fluye entre la inconcreción, la meditación y la ensoñación. Para espíritus poco cultivamos como el mío, aburrido. Me gustaría sacar el móvil, revisarlo, jugar con él a uno de esos juegos que hace las delicias de los congresistas distraídos, pero creo que sería inapropiado por mi parte.

En un momento concreto de la conferencia mi jefe se vuelve hacia mí y me dice:

– ¿Tú eres feliz?

-Hombre, feliz, feliz. Lo que se dice feliz, no del todo. Pero bastante -respondo.

Yo, reconozco, soy de esos que se han acomodado un poquito: calidad de vida, compaginación de la vida familiar y profesional, cursito de fotografía experiencial y vermú los domingos con los amigos. Todavía no me he atrevido con el curso de “alineación de los chacras”, ni incorporado la infusión de jengibre a mis hábitos.

-Deberemos mejorar mucho la felicidad en nuestra organización -sentencia.

Le miro sorprendido. No habíamos tomado nada sospechoso a la entrada y no sabía que le preocupara tanto nuestra felicidad. Tal desconcierto me obliga a preguntarle:

-¿Y eso?

– Es que si un empleado es feliz su eficiencia mejora y, en consecuencia, su rentabilidad. Toma nota y programa un seminario de mindfulness para todos los jefes de equipo.

Me hubiera gustado decirle que la felicidad de las personas es un fin en sí mismo, no un medio para enriquecerse. Pero tomo nota diligentemente y me imagino sentado y viendo fluir mis estados de conciencia sin preguntarme demasiado por los intereses de mi jefe en que seamos felices. Probablemente yo ya esté en vías de incorporar el jengibre a mis bebidas preferidas.

 

 

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