El jefe sobreactuado: entre el vodevil y el esperpento

Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem

“La ética es lo fundamental de la estética.” Valle-Inclán, R.M.

Es viernes a última hora cuando el director general nos llama a todos.

-Tengo algo importante que comunicarnos.

Como te puedes imaginar, entre salir puntual y asistir a una reunión sin “orden del día”, yo prefiero lo primero.

– ¡Por favor! Escuchadme un momento.

Cuando pone voz grave, el asunto no pinta bien. Lo habitual es que nos diga que la empresa se ve obligada a “equilibrar” alguna situación de la que veníamos disfrutando y que, a partir de ahora, dejaríamos de hacerlo en aras a no sé qué motivo.

Que te quiten algo, no gusta; pero que te lo expliquen de una manera alambicada, cabrea. Ante la cara que ponía alguno de los presentes, aclara:

-No, hoy no es nada que afecte a vuestras condiciones y derechos. Hoy simplemente quería comunicaros que Alfredo Fernández, Freddy para los más próximos y vuestro jefe hasta ayer, ya no está con nosotros. Se tomará unos meses sabáticos y, posteriormente, desarrollará su proyecto profesional en otras organizaciones. Esta Dirección le desea muchos éxitos futuros.

Enseguida comprendimos que lo de Pedro era más un despido ipso facto que una desvinculación amistosa; y que sus ansias por disfrutar de unos meses de descanso tenían más de obligación que de opción. Metido en el gran maestre de ceremonias a la hora de comunicar tal despido, continúa:

-Su marcha representa una gran pérdida. Pero, las cosas son así y la vida continúa. Bien, ¿quién de vosotros quiere mostrar algún agradecimiento por el tiempo que ha estado con nosotros y de lo que nos ha aportado?

Todos los presentes desviaban la mirada y nadie abre la boca. Tras un tenso silencio, el director, se empieza a poner nervioso y anima:

-Alguien tendrá algo bueno y agradable que decir de él, ¿no?

Alguno se remueve en su asiento, pero nadie habla. Hasta que, uno de los más alejados, suelta:

-Nada bueno que decir de él. No obstante, si quería señalar que el anterior jefe era aún peor que él. Vamos, que el proceso de selección de jefes en esta empresa funciona como una escopeta de feria.

El director oye tal comentario, pero continúa con su ceremonia como si tal cosa. Le han dicho que, en estos casos, se ha de dar solemnidad al asunto. Que queda muy hipermoderno.

-Ahora toca reponerse de tan “importante pérdida” para la empresa y para el equipo -concluye.

Llegados a este punto, no sé si lo que intenta es que su ceremonia no llegue al esperpento y se quede en triste vodevil, o simplemente nos propone que obremos con los despedidos como con los muertos, dedicándoles un día de gloria y el resto a maldecir su memoria.

No obstante. Yo me pregunto, ¿no sería más adecuado dejarlos en paz y no confundir la ética comportamental con la estética ceremonial?

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