El onanismo profesional del epígono

Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem

Nadie puede ser juez de su propia causa. Entonces ¿Quién audita al auditor?

Me extrañó ver allí al auditor interno tomando el café con los demás. Lo digo porque le gusta guardar esa distancia que, según él, le exige su misión en la empresa. Dice que, en su puesto, la amistad “mata”. Yo me llevo bien con él por aquello de “amigos hasta en infierno”.  Así que le pregunto:

-¿Cómo por aquí a estas horas? ¿Algo no va bien?

Me mira con esa mirada opaca del cargo y con voz acavernada responde:

-Todo bien, aunque tengo algo que me preocupa.

Eso de “me preocupa” me da mala espina porque cuando al financiero, al auditor o alguien de Recursos Humanos le preocupa algo, normalmente has de ser tú el preocupado. Motivos: la empresa bajará el importe de las dietas, no hemos hecho o nos hemos excedido haciendo, o bien hay que reajustar las plantillas. Todo muy loable, pero estos insignes epígonos de la Dirección se dedican en cuerpo y alma a ello.

-Cuenta, cuenta -pregunto.

-Mira, la Dirección General quiere que todas las personas de esta empresa sean auditadas. Dice que no puede ser que cada uno vaya a la suya y que esto sea un desgobierno.

-Si, claro -contesto temeroso por lo del “desgobierno”. Ya sabes, para la Dirección y sus epígonos el que se desgobierna siempre es el otro.

-Pero la auditoría -continua- debe cumplir dos requisitos: el primero es que la realice un experto, en este caso yo, que soy el único auditor de la empresa; el segundo, es que ese experto solo audite a las personas que no saben auditarse a sí mismas.

– Y ¿dónde está el problema? -pregunto.

Debo reconocer que ver su cara de preocupación me proporciona una ligera satisfacción porque lo habitual es que cuando él actúa, los que han de preocuparse son los demás.

-El tema es que yo podría auditarme a mi mismo porque soy un experto auditor, cumplo bien con ese requisito; pero no con el segundo porque tengo prohibido auditar a los que saben auditarse a sí mismos. Y yo sé auditarme.

-Visto así, si que tienes complicada la cosa -observo.

Confieso que verle en apuros me alegra un poquito porque él siempre nos repite que sigamos la lógica, y los procedimientos son lógicos, y así encontraremos la solución y no meteremos tantas veces la pata. Que según él, lo hacemos y mucho.

-Y, ¿por qué no aplicas la lógica como nos recomiendas a nosotros para resolver tu situación? -le pregunto mordazmente.

-¡Uff! Ya lo he intentado, pero nada hasta ahora.

¡Ah! te fastidias, pensaba responder. Pero me doy por satisfecho al comprobar que nuestro auditor ha probado su propia medicina y no le está gustando demasiado. No obstante ¿alguien se anima a ayudarle a resolver su situación?

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