¿Padece tu jefe el síndrome PowerPoint? ¿Y tú?

Por: Alejandro Martín – Socio-Director de TDSystem

Vivir en las nubes no es malo, lo malo es bajar. Anónimo

Tu jefe te ha invitado a una reunión de trabajo que incluye una presentación. Os han comunicado que se tratarán temas muy importantes. Es de obligado cumplimiento asistir, tanto por jerarquía de la convocatoria como por tu relación con el tema que se tratará. Ambos aspectos pueden afectarte significativamente.

Imagínate en esos minutos previos en los cuales, como casi siempre, te asaltan las dudas sobre lo interesante de la presentación o de su utilidad. Tienes una larga experiencia en asistir a este tipo de reuniones y no todas te han resultado útiles y clarificadoras. Las causas de ello han ido desde un jefe ilusionante y fantasioso a partir de contenidos parciales y simplificados; o bien aquellas presentaciones destinadas a martirizar a los asistentes a base de datos aburridos y detalles irrelevantes sobre procesos que poco importan.

No sabes la que te espera. Has tenido experiencias de ambos tipos. La pregunta ahora es ¿de qué tipo será la presentación a la que vas a asistir?

Te propongo un pequeño ejercicio: sé puntual, preséntate con tiempo en el lugar de la reunión. Si es amable el jefe –que no necesariamente siempre lo es- hará gala de de cierto nivel de sociabilidad, probablemente te invite a un café. Aunque corran estos tiempos no es un gasto excesivo ¿verdad? Acéptalo gustosamente y observa:

  • ¿Va directamente a la máquina de café y no te pregunta aquello tan socorrido de “solo o cortado”, sino que te pregunta si has probado el café de moda  mezcla de pistacho con fresa y con un pequeño retrogusto en boca a mango maduro? –valen también versiones más cortas y discretas-.
  • Después de la sorpresa ¿has logrado articular más allá de aquello de: No, pero bueno, vale, lo probaremos?
  • Según sale el café ¿Te va explicando que han encontrado o piensa poner en marcha un nuevo concepto de producto o servicio? Por favor, si te da tiempo, párate unos segundos a analizarlo, lo de nuevo ¿supera la forma de ser presentado o la manera de nombrarlo? Si lo supera probablemente sí sea nuevo.
  • ¿Sigue hablando de las posibilidades de futuro de esos nuevos conceptos? ¿Lo acompaña con aquello de “nada que ver con lo anterior”?
  • ¿Habla de nuevas experiencia sazonadas con alguna que otra expresión en inglés de dudosa traducción?
  • Un detalle más, mientras habla ¿mueve las manos como balanceándolas y de vez en cuando las levanta haciendo el gesto de cerrar comillas?

No hace falta que se dé todo lo anterior en el grado expuesto, pero si la mayoría de ello se produce en periodo tan breve de tiempo, prepárate para asistir a una reunión de trabajo dirigida por míster PowerPoint. Seguidamente, y ya en la reunión y en plena presentación PowerPoint, si compruebas que la profundidad del concepto expuesto es mínima y la complejidad de las argumentaciones que lo sustentan brillan por su ausencia, podrás estar en la certeza de que estás ante míster PowerPoint en pleno ataque de PowerPointitis.

¿Y eso es malo? No, simplemente improductivo y un poco cabreante.

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