¿Ser emocional? O… ¿ser inteligente emocional? That’s the question

Por: Alejandro Martín – Socio-Director de TDSystem

“Cuando más nos dejemos influir por las emociones, menos ágil y más atenazado estará nuestro cerebro pensante” D. Golemam. Psicólogo Estadounidense.

Santino «Sonny» Corleone (El Padrino 1ª Parte). ¿Recordáis a este personaje?. Como bien sabéis, es uno de los hijos de Don Vito Corleone en la película. ¿Recordáis el carácter que tenía? Podríamos afirmar que era un carácter duro y fácil de alterar ¿Recordáis cómo murió y la causa de su muerte?. Bien, la secuencia es la siguiente: Carlo Rizzi, el esposo de su hermana Connie, a la que maltrataba, vendió a Sonny Corleone a la familia Barzini –enemiga de la familia Corleone-.

Para ello, maltrata a su mujer, Connie, para que ésta llame a Sonny pidiéndole ayuda. Carlo y los Barzini saben que Sonny, que era muy emocional, pero que controlaba poco sus emociones, iría en su ayuda. El resultado ya lo conocéis: le preparan una emboscada en un puesto de peaje de la carretera en la que muere tiroteado por los miembros de la familia Barzini.

Os recuerdo esta escena porque desde hace un tiempo a esta parte, está muy de moda la inteligencia emocional, sobre todo desde que H. Gadner publicó la teoría de las inteligencias múltiples y, posteriormente D. Goleman publicó su libro sobre la inteligencia emocional. La moda ha sido tanta, que en cualquier programa que se precie sobre habilidades directivas o de habilidades interpersonales, aparece, (y considero que justamente), formando parte de sus contenidos.

Hasta aquí todo correcto. Pero es a partir de aquí donde me aparecen algunas dudas. Por ejemplo, algunas veces utilizamos como sinónimos el    “ser emocional” y el  ser “inteligente emocional”. Lo comento porque en demasiadas ocasiones caemos en una especie de “terapia de grupo” suscitada por alguno de los asistentes,  la cual permite a algunas personas, verter toda su emocionalidad, sin ningún tipo de rubor ni discreción en algunos casos, sobre los demás asistentes. El resultado suele ser francamente favorable para el emisor –expone sus angustias y se libera de parte de ellas- y no tanto para los receptores –esta expresión de las angustias de un tercero ocupan un espació que tal vez el resto tenía pensado aprovechar de otra manera-. Qué esa terapia es un acto emocional, sospecho que no lo pondremos en duda. Tal vez las dudas nos surjan a la hora de calificarlo como acto de la inteligencia emocional. Si ser emocional, implica tener emociones, todo el mundo, en condiciones normales, las tiene. Otra cosa bien diferente es su gestión y expresión. Al menos eso creo yo.

Cuando hablamos de inteligencia emocional pienso que deberíamos referirnos a esa capacidad de gestión y control de nuestras emociones. Esta capacidad de gestión y control no debe suponer su eliminación –si es que se puede-, ni tampoco su represión en los entornos profesionales. Finalmente considero que una buena gestión de ellas nos ha de permitir actuar  de modo emocional sin que nuestras emociones perjudiquen a los demás. Su gestión adecuada debe aportar beneficios profesionales y personales a todas las personas con las que nos relacionamos.

“De lo que se trata es de ser inteligente en materia de emociones, no de ser simplemente emocional”

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