El Jefe, ¿místico de Kiosco o pusilánime perpetuo?

Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem

“El alma está en ti, no en las ideas o en los libros.” Hesse, H.

Miércoles. Son las seis de la tarde, queda poco para salir y el jefe nos convoca a una reunión de urgencia. Nada grave, se le había olvidado comunicárnoslo, pero el asunto ha de quedar hoy concretado.

-Perdonad la precipitación. Seré breve: en la última reunión del comité de dirección, al aprobar los presupuestos, otros departamentos mostraron un alma bien definida. Eso les dio ventaja y se llevaron la mejor parte. Este departamento no la tiene y eso hay que remediarlo.

Temo al jefe cuando mezcla el dinero con la mística. Y mí, algo tan intangible me incomoda. Porque, de ahí a la contemplación y a la devoción no hay más que un paso. Para concretar un poco, pregunto:

-Remediar, ¿qué?

-Para comenzar, que nadie nos atribuya una impronta, un sello particular en todo aquello que hacemos. Vamos, un alma propia.

Cuando se pone etéreo y pusilánime, lo reconozco, me descoloca. Así que, digo:

– ¿Has pensado cómo alcanzar tan inmaterial objeto?

-Sí, por supuesto. He comprado dos libros que nos ayudaran a conseguirlo: el primero, “50 pensamientos poderosos”. Es buenísimo. El segundo, “Ideas fuerza para la acción”. Ambos son “una caña”. Nos harán tener la mente abierta y darán robustez a nuestros pensamientos.

¡Puaj! Menudo aliño. Me gustaría decirle que el pensamiento, para ser poderoso, si es que eso existe, ha de ser crítico. Además, un catálogo de ideas fuerza no son otra cosa que girones de filosofía marinados con autoayuda. Con ánimo de profundizar, pregunto:

-Y, con eso, ¿ya será suficiente?

-No, no. Además, he contratado a un profesional externo para que prepare unos desayunos de “hermandad” y rotule las paredes del departamento con eslóganes motivantes. Será todo un éxito. Pronto tendremos un alma propia que nos identifique -dice concluyendo la reunión y despidiéndose de nosotros.

A mí, que quieres que te diga, conozco a mucha gente que ha vendido su alma, al diablo preferentemente. Pero comprarla, tal como pretende el jefe, no conozco a ninguno. Al menos que haya tenido éxito en ello.

Por otro lado, yo, para comulgar con algo tan inmaterial, necesito que previamente se me haya exaltado el alma y excitado los sentidos. El alma con cierto liderazgo temperamental que potencie mi compromiso con el departamento y los sentidos con un incremento de la nómina. Y a este jefe, el temperamento no le da, y con la nómina no puede. Vamos, que ni lo uno ni lo otro.

Y, te preguntarás, entonces, ¿qué hace? Ruido y poquito más. Podría decirse que es más víctima de la lectura del ultimo best seller de management, que inspirador de algo que se parezca al alma de algo. Vamos, de atrezzo un diez; de temperamento un cero. ¿O es que sin temperamento puede impulsarse algo? Tal vez, pero no del tipo que él pretende.

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