¿Pusilánime o cobardón? Tú, ¿qué crees?

Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem

«Suelen hacerse los amables contigo. Pero esa es la astucia de los cobardes». Nietzsche

Bastará decir que hoy se prevé un día tranquilo. Hemos pasado una mala época, pero ahora parece que las cosas están más calmadas.

-Que ¿por qué? Me gustaría contártelo, pero sé que no voy a ser imparcial. No obstante, si te empeñas, te lo cuento.

-Vale, vale. Te lo cuento. Pero antes quiero que tengas en cuenta que es solo mí opinión. Y no es la peor, te lo aseguro.

-Sí, ya sé que, aunque sea así, te gustará saberlo. De acuerdo: todo empezó hace seis meses cuando el director bajó y nos dijo que llevábamos tres trimestres con pérdidas y que aquello era insostenible.

-¿Me preguntas si nos acusó a nosotros de esta situación? Bien, directamente, no. Más bien nos aduló, pero dejó entrever algunas “disfuncionalidades”, como le gusta decir a él, en nuestro desempeño.

-¿Cómo? Bueno, insinuó aquello de la plantilla sobredimensionada y el rendimiento por debajo de lo deseado. En definitiva, que si las cosas continuaban así, el “barco se iba a pique”.

-Sí, sí. Lo sé. Como bien dices, se presentó más como un capitán víctima de una pandilla de marineros ociosos que como uno que ha perdido el rumbo. Concluyendo, que no quiero aburrirte: había que soltar lastre, y para eso se había contratado a un “gestor de la situación”.

-¡Ah! ¿Qué no sabes lo que es? Te lo puedes imaginar, un personaje encargado de hacer la “limpieza aséptica” de los marineros ociosos.

-¿Cómo fue la cosa? En general mal. Se instaló en el despacho del final del pasillo. Cuando nos convocaba, recorrer esa distancia se hacía interminable. ¿Te imaginas el ambiente?

-Que, ¿cómo era el personaje en cuestión? Normalito, aunque nunca se cuestionaba si estaba bien o mal lo que hacía ni cómo lo hacía. Pero sí que se notaba que disfrutaba con su trabajo. Le ponía fruición a la hora de despedir.

-No, apenas tratábamos con él. Hola y adiós, como mucho. Estaba desconectado y aislado de nosotros. Eso hacía que su normalidad fuese de una frialdad anodina y anfibia.

-No, no. Ya no está con nosotros. Hace dos semanas finalizó su cometido y la Dirección ha prescindido de sus servicios tras una generosa liquidación, me han dicho.

-Si, ahora, ya estamos más tranquilos. Después de varios meses sin hacerlo, el director ha bajado a vernos, nos ha dado una palmadita con su sonrisa más bonachona diciendo: ¡Qué! ¿Todo bien? Qué sería de esta empresa sin vosotros.

-¿Me dices que ya parece todo arreglado? No diría yo tanto.

-Que ¿por qué? Tal vez solo sea una tontería mía, pero esa amabilidad ladina del director me escama. ¿Y si dentro de dos trimestres vuelven a incumplirse las previsiones? ¿Volverá el director amablemente a “externalizar la gestión de la situación”, o tendrá los “galones” suficientes para hacerse cargo de ella?

 

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