¿Rigidez o resiliencia?

Por: Alejandro Martin – Socio Director de TDSystem

No llores porque el río baja crecido, dedica tus energías a nadar a favor de la corriente. Tal vez te lleve a un buen lugar.

Es más fácil aumentar el optimismo de una persona que disminuir su pesimismo. Ser optimista, que no iluso, posibilita analizar lo positivo y lo negativo de una situación, pero quedarse con lo primero. En cambio, ser pesimista implica quedarse sólo con lo negativo de la situación.

No es cuestión de análisis sino de elección. De tu elección.

¿Quién condiciona nuestras elecciones? 

En primer lugar nosotros mismos, pero también hay condicionantes externos. Por ejemplo, de un tiempo a esta parte leer prensa y escuchar los noticiarios se ha convertido en un deporte de riesgo. Sí, de riesgo para nuestra salud mental y nuestra estabilidad emocional. Estos medios parecen que compiten a ver quién es capaz de encadenar peores noticias. Sabemos que existen motivos para que las haya y también somos conocedores de que una mala noticia tiene mayor impacto que una buena. Tal vez esto les haga más fácil y rentable su apuesta.

Qué sea esa su apuesta es una decisión suya, pero que un profesional que ejerce funciones directivas se vea contagiado por el mismo síndrome ya no me parece que la apuesta sea tan buena.

¿Esto ha sido siempre así?

Hace unos años, no muchos, estos profesionales se planteaban objetivos de crecimiento, de ventas, de producción, etc.. Eran ambiciosos, algunos tal vez demasiado, pero contagiaban al resto. Ahora, muchas de esas personas también se plantean objetivos, pero su enfoque se dirige a minimizar el gasto aunque ello suponga “podar” el potencial de la organización y eliminar parte de un capital humano que tanto ha costado conseguir. Suprimir éste último implica eliminar parte de la capacidad de respuesta que ahora necesita la organización.

¿Cuál podría ser una buena apuesta?

Ésta tal vez pase porque estos profesionales adopten un estilo explicativo  de la realidad que les permita interpretarla como algo multifacético y complejo y les ayude a rehuir simplificaciones del negocio que, en demasiadas ocasiones, se escapan del más simple sentido común. Ahora más que antes, hemos de ser expertos en gestionar las paradojas y contradicciones de cada situación. Hemos de crecer ahorrando, hemos de producir más calidad con menos cantidad.

¿Es lo anterior posible?

Tal vez no si seguimos utilizando el mismo paradigma de gestión de los últimos años, pero sí, si lo cambiamos. Probablemente sea más fácil de decir que de hacer, pero quién de nosotros no ha tenido en más de una ocasión al visitar un servicio público, la organización de un cliente o en la nuestra propia, la percepción de que había ineficiencias fáciles de corregir sin una utilización mayor de recursos.

Tal vez esta situación de “precariedad” actual encierre más desafíos y oportunidades de las que somos capaces de observar a primera vista. Hemos de saber verlas, pero no con las mismas “gafas” que hace unos años. Las que ahora necesitamos no son tan confortables como las de antes, pero sí son las que nos van a permitir ver oportunidades en los cambios.

Necesitamos dar sentido de futuro en cada uno de los ámbitos de la organización y transmitir este sentido a todas las personas a nuestro cargo para sobrellevar y superar las adversidades y sacar ventaja de ellas.

¿Hay algún método para ello?

Seguro que hay múltiples métodos, pero hay uno que está al alcance de cada uno de nosotros: tirar poco a poco del hilo de optimismo que todos llevamos dentro, aunque en algunos momentos nos cueste encontrarlo. Está ahí.

Una buena manera de empezar a hacerlo es implicarnos en el cambio. Ello nos va a permitir “nadar” en él, no hacerlo implicará ser arrastrado por la corriente. Y a saber adonde nos lleva.

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