Sed felices, ¡malditos!

Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem

“Solo alcanzan la felicidad quienes no la buscan directamente”. Stuart Mill, J.

“Jingle bells, jingle bells, Jingle all the way”, oigo al entrar. No es que me moleste la musiquita, pero sí me resulta un poco empalagosa.

Otra vez ¡Con más energía!, arenga el jefe a los que están junto a la máquina del café.

Iba a tomarme uno, pero de golpe se me han quitado las ganas. Si me acerco, el jefe me recluta para tal coro y ya tuve bastante con la sesión de risoterapia de hace dos semanas. ¡Y es que se ha empeñado en hacer de la empresa un lugar más feliz!

¡Venga! Todos juntos: “oh, what fun it is to ride in a one-horse open sleigh”, sigue animosamente, pero esta vez acompañado solo por la mitad de la concurrencia. La otra, o no se sabe la letra o bien no está para ensalmos almibarados a estas horas.

Entiendo que a un jefe le sea difícil sustraerse a la tentación de aprovechar la ocasión para mejorar la felicidad en la organización. No es que yo esté en contra de la felicidad o de estas fiestas, que conste. Pero si lo estoy de la exigencia de ser feliz en ellas y de que esto también se haya extendido a la organización. No obstante, debo de reconocer que yo, en esto de la felicidad, tengo un perfil bajo, me basta con unos días de descanso y tranquilidad. Aunque veo que no estoy a la altura: he de ser feliz, muy feliz, y de una forma ligera, banal y pegajosita si es posible.

Jingle bells, jingle bells, jingle all the way. Oh, what fun it is to ride In a one-horse open sleigh, continúa cantando el jefe a la vez que contonea su cuerpo derrochando ligereza e impostada alegría. La mayoría de los presentes le acompañan balanceando su cuerpo con movimientos romos. Y esta imagen pesada anima al jefe a proseguir con más énfasis: “Dashing through the snow in a one-horse open sleigh”.

Visto su empeño, sé que tengo que sumarme a tal alborozo de campanilleo. Aprovecho que ahora toca repetir el estribillo: “Oh, jingle bells, jingle bells, Jingle all the way”, y aquí me tienes, abriendo la boca y balanceando pesadamente mi cuerpo.

Valoro que el jefe intente hacer de la empresa un lugar más feliz, pero me desconcierta el zigzagueo entre sus exigencias neoliberales de maximizar la producción y su visión hipermoderna de dejar que “todo fluya desde dentro”. Seguro que ambas son compatibles. Pero este no es el tema. Lo que yo querría saber es si es lícito que se nos exijan ser felices en estas fechas y, además, si hemos de serlo de esa manera.

Veo que me estoy liando mucho y tal vez lo único que proceda es: “Jingle bells, jingle bells, jingle all the way”, y que todo fluya desde dentro.

“Felices fiestas”

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